La Endemoniada de Celaya



La tarde del 17 de mayo de 1978 fue diferente a todas las tardes habidas en aquel tiempo en la ciudad de Celaya, que en aquellos días no pasaba de los ciento veinte mil habitantes.

La tranquilidad de la apacible Puerta de Oro del Bajío, dulce, cálida y serena estaba a punto de verse interrumpida por un suceso que por lo increíble del mismo, causó pánico, angustia y aglomeración de vecinos y habitantes de las demás comunidades que vinieron a constatarlo.

Las escuelas recién habían iniciado el turno vespertino, cuando por la radio dieron la noticia, que alarmó a todo el mundo: A las seis de la tarde llegaría a la iglesia del Carmen una mujer encadenada, alguien a quien, en una comunidad del municipio de Salvatierra, se le había metido el diablo, y que con mucho trabajo los policías y los frailes carmelitas habían logrado someterla.

Lo que es un hecho es que esa tarde llegó a la ciudad, primero, el desorden causado por aquella voz de alarma emitida por la radio y después, la camioneta, con la supuesta muchacha poseída, sometida entre dos agentes de la ley y tres piadosos frailes, que, con las capuchas sobre sus cabezas y el hilos de los rosarios en los dedos, no dejaban de rezar, quién lo recuerda, describe que la valla humana que se formó a lo largo de toda la calle Ignacio Allende hasta el centro histórico, era semejante a la que se forma como cuando desfilan las escuelas el 16 de septiembre….

Había personas de todas las edades: curiosos que ya volvían de trabajar y se quedaron a ver en qué terminaba aquel barullo, estudiantes y profesores que también se habían revuelto en la turba, que desde el Cine las Américas, esperaba el paso del vehículo en que traerían a la infortunada poseída.

-Dicen que ya mató a su papá, a puros arañazos y mordidas –decían unos.
-Y que la traen encadenada de los pies, porque en los talones le salieron garras…
–murmuraban otros.
-Que echa lumbre por los ojos y las fosas de la nariz.
-¡Ave María Purísima!

Toda la noche del 17 se estuvieron ventilando estas cuestiones, pero el hecho es que muy pocos la vieron entrar y, hasta donde se sabe, nadie la vio salir, Sin embargo, en el periódico El Sol del Bajío del día 20 de mayo, se publicó la nota sin fotografía de la “Endiablada”, la cual no era sino una pobre mujer joven, con aspecto de quien padece esquizofrenia, con los cabellos desordenados y arañazos y golpes contusos en la piel, según la descripción de quienes, con mayor suerte, lograron estar cerca del zaguán del atrio por donde la metieron a una mazmorra del convento, dejando que la imaginación especulara.

-Dicen que se la van a llevar a Roma, a que le hagan un exorcismo…
-Escuché que vuela y rompe cadenas con una sola mano…

La mañana del 18 la gente aún permanecía a la espera de verla salir hacia “Roma”, enjaulada, maniatada, adormecida por el agua bendita que le arrojaban los frailes, además de las anestesias que seguramente le habrían aplicado todos aquellos médicos que entraban y salían con el maletín en la mano, custodiados por las fuerzas de seguridad pública.

La expectación continuo hasta las tres de la tarde del día siguiente, cuando la gente se dio cuenta de que la mujer endemoniada ya no se encontraba en el convento, porque, extrañamente (se sabría después) huyó de sus guardianes, perdiéndose en la noche infinita de la leyenda de los túneles.

El mismo túnel que comunicaba al Carmen con la mayor parte de los templos de la ciudad; y que fue construido en el curso de la guerra por la Independencia, para que sirviera como camino de ronda y pasaje secreto a las fuerzas virreinales que defendían los puestos fortificados de la Plaza.





Pues bien, al paso de los meses y de los años, en una de las entradas de uno de estos “caminos subterráneos”, la cual se abre a un lado de la Central de Abastos, se escuchaban lamentos, gritos, maldiciones, e incluso hubo quien llegó a ver entrar y salir corriendo a una mujer de cabellera enmarañada, destrozando a mordidas el cuerpo de algún gato o terminando de devorar alguna rata ensangrentada, sin embargo aún hay quien cree que aquella muchacha “poseída” no era sino una loca, y que esa noche, tras haber sido exorcizada y torturarla, logró huir de sus verdugos y escapar por aquél túnel conectado con muchos otros, y que durante algunos años allí sobrevivió, yendo y viniendo por los laberintos subterráneos, de los cuales, el 19 de septiembre del año 2008, durante la administración municipal de Gerardo Hernández, se hallaron dos nuevas entradas: una, en la acera de Pinturas Vegmar, en pleno Bulevar Adolfo López Mateos, frente al mercado Hidalgo; y la segunda en la calle de Sóstenes Rocha Núm. 203, propiedad del señor Raúl Arreola Caracheo, hasta donde entraron las cámaras de los diarios y televisoras….. Y sí, aún de bajo de aquellas bóvedas de ladrillo rojo, parece escucharse a lo lejos el oscuro y desgarrador grito de la “Mujer Endemoniada”


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